La Conferencia de Revisión del Estatuto de Roma celebrada en junio de 2010 en Kampala, Uganda, ha supuesto una limitada contribución a la historia del derecho internacional y, especialmente, a la de los derechos humanos y la paz.
En Kampala quedó reflejado en forma transparente que numerosos estados no estaban dispuestos a llegar a una definición de crimen de agresión (crímenes contra la paz) para su incorporación al Estatuto de la Corte Penal Internacional y, menos aún, a que esta Corte tuviera jurisdicción sobre este delito que es considerado el más grave en la escala del derecho penal internacional, por encima incluso de los crímenes contra la humanidad...
Si bien finalmente se llegó a un acuerdo sobre tal definición, hay que señalar que las negociaciones para incluir la definición de crimen de agresión en el Estatuto de Roma se remontaban a más de una década, y durante todo este proceso, y después en su fase final en Kampala, el Departamento de Estado de los Estados Unidos se erigió en uno de los líderes de opinión, valga la expresión, para llevar adelante la oposición frontal a la incorporación de tal definición al Estatuto de la Corte...
No obstante, la mayor sorpresa estaba aún por llegar cuando el Departamento de Estado, en sesión informativa sobre la Conferencia de Kampala ofrecida por el Embajador Extraordinario para Asuntos de Crímenes de Guerra, Stephen J. Rapp, y un asesor jurídico del Departamento, Harold Hongju Koh, explicitó que eran muchas las organizaciones de derechos humanos que apoyaban la postura del Departamento de Estado, y, entre otras, hicieron mención explícita a Human Rights Watch y al Open Society Institute, así como a la carta encabezada por éste último y suscrita por unas 40 organizaciones no gubernamentales en contra de la incorporación de la definición de crimen de agresión...
Este hecho vino a confirmar la disrupción provocada entre los organismos internacionales de derechos humanos por los atentados del 11-S y el posterior estado de excepción global que vino a dar al traste con los paradigmas éticos que sostenían la lucha por las libertades civiles y la aplicación del derecho internacional como forma de mantener la paz...
Estas organizaciones rompieron con ello una tradición que, en algunos casos, se remontaba a las revoluciones republicanas, especialmente la francesa... En definitiva, perdieron la legitimidad para hablar de paz y, menos aún, de crímenes de guerra, como se evidenció en el conflicto georgiano, respecto del cual Human Rights Watch realizó un informe sobre la guerra que carecía de sustentación en los hechos reales. Lo mismo ocurrió con los informes de Amnistía Internacional durante la guerra de Libia y ahora está ocurriendo con la Guerra de Agresión en Siria.
Es un desafío a la inteligencia el que Estados Unidos, Francia, Reino Unido, España y la OTAN nos quieran imponer como adalides de la libertad a los guerreros de la Yihad o que nos quieran imponer mediante operaciones de imagen muy organizadas y muy costosas que Qatar y Arabia Saudita luchan por la democracia y la libertad...
En consecuencia, el discurso de que se lucha contra tiranos se convierte en un discurso falso y que no tiene sustento racional posible... Este hecho resulta evidente en el caso de la Guerra de Iraq, la cual convirtió a este país en un estado inviable inducido a la lucha racial, habiéndose recurrido para ello a operaciones de contra inteligencia al mejor estilo nacionalsocialista, calcadas de las que usaron los nazis en el Este de Europa y mediante las cuales, los guerreros de la Yihad entrenados por los oficiales de contra inteligencia británicos y estadounidenses e integrados en Al Qaeda, se han convertido en los nuevos dirigentes sociales y políticos, como sucede en Libia.
El derecho internacional y la Organización de las Naciones Unidas se han convertido en el objetivo de la políticas militaristas de nuevo cuño que, aunque preexistentes, el atentado del 11-S catalizó a través de las teorías del terrorismo como nuevo enemigo...
En este momento en Siria hay un grupo de países que están poniendo al mundo al borde de una guerra nuclear, ya que para el ataque indirecto promovido por Estados Unidos y la OTAN mediante la interposición de Qatar y Arabia Saudita -y que está dirigido desde bases militares en Turquía- se financia y se arma a paramilitares con una estrategia militar muy parecida a la utilizada por los militares estadounidenses y argentinos en las guerras en Centroamérica, en la época en que John Negroponte era embajador en Honduras...
Todavía estamos a tiempo de hacer frente a este militarismo irracional y a esta gigantesca operación de contra inteligencia que pretende consolidar un estado de excepción global, donde las libertades son reemplazadas por una verdadera contra reforma religiosa liderada por estados absolutistas donde sólo importa el origen racial y la religión.
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El derecho internacional y la Organización de las Naciones Unidas se han convertido en el objetivo de la políticas militaristas de nuevo cuño que, aunque preexistentes, el atentado del 11-S catalizó a través de las teorías del terrorismo como nuevo enemigo.
En Kampala se llegó a una definición de crimen de agresión, según la cual:
"[D]e conformidad con la resolución 3314 (XXIX) de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 14 de diciembre de 1974, cualquiera de los actos siguientes, independientemente de que haya o no declaración de guerra, se caracterizará como acto de agresión:
a) La invasión o el ataque por las fuerzas armadas de un Estado del territorio de otro Estado, o toda ocupación militar, aún temporal, que resulte de dicha invasión o ataque, o toda anexión, mediante el uso de la fuerza, del territorio de otro Estado o de parte de él;
b) El bombardeo, por las fuerzas armadas de un Estado, del territorio de otro Estado, o el empleo de cualesquiera armas por un Estado contra el territorio de otro Estado;
c) El bloqueo de los puertos o de las costas de un Estado por las fuerzas armadas de otro Estado;
d) El ataque por las fuerzas armadas de un Estado contra las fuerzas armadas terrestres, navales o aéreas de otro Estado, o contra su flota mercante o aérea;
e) La utilización de fuerzas armadas de un Estado, que se encuentran en el territorio de otro Estado con el acuerdo del Estado receptor, en violación de las condiciones establecidas en el acuerdo o toda prolongación de su presencia en dicho territorio después de terminado el acuerdo;
f) La acción de un Estado que permite que su territorio, que ha puesto a disposición de otro Estado, sea utilizado por ese otro Estado para perpetrar un acto de agresión contra un tercer Estado;
g) El envío por un Estado, o en su nombre, de bandas armadas, grupos irregulares o mercenarios que lleven a cabo actos de fuerza armada contra otro Estado de tal gravedad que sean equiparables a los actos antes enumerados, o su sustancial participación en dichos actos."
En este momento en Siria hay un grupo de países que están poniendo al mundo al borde de una guerra nuclear, ya que el ataque indirecto promovido por Estados Unidos y la OTAN mediante la interposición de Qatar y Arabia Saudita -y que está dirigido desde bases militares en Turquía- se financia y se arma a paramilitares con una estrategia militar muy parecida a la utilizada por los militares estadounidenses y argentinos en las guerras en Centroamérica, en la época en que John Negroponte era embajador en Honduras.
Poco importa la existencia política de una dictadura en Siria; si ése fuera el problema están dadas la condiciones, como afirma el Vaticano, para un acuerdo político con los grupos y partidos políticos que existen en el interior de Siria. Sin embargo, no se trata de eso, lo que se quiere es destruir Siria y provocar un causus belli con Rusia.
Esta estrategia en la etapa de Cheney era denominada "la guerra de los trescientos millones", que era el número de muertos que estimaba el entonces vicepresidente de los Estados Unidos sería el coste en vidas humanas de una guerra nuclear contra China y Rusia.
Éste es el verdadero paradigma de esta estrategia militar desembozada y suicida que llevan adelante en Siria en estos momentos y que es velada a la ciudadanía mediante una campaña de ocultación de información, utilizando la prensa como parte de esta gran operación de contra inteligencia que se está desarrollado delante de nuestros ojos al mirar cualquier televisión o leer cualquier periódico.
Por mucho que los responsables de esta estrategia militarista y suicida crean que gozan de inmunidad y que la Corte Penal Internacional es una corte reservada al enjuiciamiento de "salvajes africanos", lo cierto es que estamos ante una guerra de agresión.
Esto mismo pensaban dirigentes nacionalsocialistas como Goering y Hitler y la historia revela cómo terminaron.
Todavía estamos a tiempo de hacer frente a este militarismo irracional y a esta gigantesca operación de contra inteligencia que pretende consolidar un estado de excepción global, donde las libertades son reemplazadas por una verdadera contra reforma religiosa liderada por estados absolutistas donde sólo importa el origen racial y la religión.
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